miércoles, 22 de febrero de 2012

Recuerdos de un extraño (el exilio de Benjamín Costas) - Prólogo

    Mi nombre es Benjamín Costas, nací en Buenos Aires en el seno de una familia de clase media alta en el año 1986. A los diecisiete años de edad desarrollé una extraña habilidad que me distinguió del resto de mis pares durante el transcurso de mi corta pero sustancial existencia. La misma consiste en poder observar, para luego apropiarme de los recuerdos de otras personas.
Todo comenzó como un juego de carácter casi infantil, en el que encontraba divertimento adentrándome en el registro más íntimo que cada integrante de mi entorno tenia sobre su propia vida. A medida que los años pasaron y mi curiosidad fue desarrollándose paralelamente con mis debilidades, comencé a hacer hincapié en las características que más me atraían de mis víctimas: sus miserias, frustraciones e incluso, sus instintos más bajos.
En algún momento la culpa intentó detener mi actividad, pero la lucha no duró demasiado. Me refugié en la excusa de que por algún motivo había sido beneficiado con este don y, en consecuencia, no encontré ningún obstáculo ni impedimento para entregarme a lo que la naturaleza me había otorgado. Sentía que era mi derecho y obligación aprovechar lo que era capaz de hacer porque, en definitiva, nunca había pedido nada de todo aquello.
Llegó un punto en el que la gente cercana a mi ya no satisfacía lo que para ese entonces, era una necesidad  y comencé a visitar los recuerdos de desconocidos, medida que me abrió un nuevo horizonte y un abanico renovado de posibilidades.
Celoso de compartir mi secreto no sentía a nadie digno de merecer mi confianza, acto que me llevó a mantener una relación lejana al resto, distanciándome cada vez más de una sociedad que había pasado a ser mi propia gran obra de entretenimiento.
Quien esté leyendo este texto se debe estar preguntando el por qué de mi relato y entiendo su inquietud. Creo que ha quedado evidenciado que la soberbia me inundó hasta hacerme llegar a una instancia en la que ya no pude ver lo que realmente me estaba ocurriendo y a dónde era capaz de arrastrarme la misma cualidad que me había dejado tan ciegamente fascinado.
Prácticamente de forma accidental fue que descubrí que todo lo que me había sido obsequiado acarreaba un precio muy alto, al mismo tiempo en que  descubrí que no podría deambular en soledad por el resto de mis días cuando ella se cruzó en mi camino.
Esta es la historia que, a fin de cuentas, jamás hubiese querido tener que contar y sin embargo, la que me devolvió todo lo que alguna vez fui y que casi había olvidado completamente.

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